Con este dicho popular, quiero reflejar de una manera muy expresiva, el poder que tenía el Santo oficio sobre la población, y sobre todo en Literatura, Arte, Historia, etc., equiparando el poder del rey, siendo el del rey en aquella época, un poder absoluto de origen divino.

4. Control inquisitorial de Historia y Filosofía

El uso político de la censura inquisitorial de obras de historia y filosofía, no podía menos de estar en lógica consonancia con la motivación política que de un modo primario dio origen a la institución. Como ya quedó explicado, la convicción de Isabel y Fernando de que tenían que ceder lo más que pudieran el clamor popular anticonverso si querían imponer orden, mantener y acrecentar respeto a sus personas y salvar su trono, fue la motivación de su interés por actualizar, pero dirigiéndose en árbitros de su puesta en práctica, las viejas normas medievales de represión civil de la herejía, que era entonces la suprema forma de disensión política, valiéndose de tribunales eclesiásticos de teólogos y canonistas. La Inquisición segregó así, a lo largo de los siglos, serias disposiciones de autodefensa, no solo de la de su propia subsistencia, sino de su prestigio y de la ideología característica que sustentaba las bases de su actuación.
El control inquisitorial de las obras de historia y filosofía fue lógico corolario de esta actitud: había que cercenar la difusión de la interpretación de hechos históricos, del pensamiento filosófico sobre ellos y del conocimiento de los hechos mismos si aquélla y estos no encajaban en la particular cosmovisión que la Inquisición mantenía como ejecutora de los intereses de la monarquía que la había creado y como presuntamente la más fiel intérprete de la más cerrada ortodoxia.
Por lo que respecta a la historia, la utilización política de prohibiciones inquisitoriales de narración de sucesos históricos, por muy subjetiva, sesgada y falsa que fuera, pero adversa a los intereses y al prestigio de la monarquía, queda claramente evidenciada en la de los famosos Pedazos de historia o Relaciones de Antonio Pérez (1540-1611). Su proceso en 1591 y 1592 por el tribunal de Zaragoza por orden de la Suprema, tras escapar de las cárceles de Madrid, ya había sido el más ilegal, injusto y político de toda la historia de la Inquisición, la cual le condena por blasfemo, rebelde, impedidor del Santo Oficio, sodomita, judío y huído a país hereje.
En cuanto a la filosofía, el control inquisitorial del pensamiento filosófico comienza con el primer Índice, el de Valdés, prohibiendo tres libros de Dialéctica antiaristotélicos. Al no disponer del correspondiente expediente que acaso justificaría la prohibición, hay que suponer que el motivo fue simplemente el mero hecho de serlo.

Bibliografía
Alcalá, A. Literatura y Ciencia ante la Inquisición Española. Ediciones del Laberinto, 2001, Madrid.
Peña Díaz, M. Libros permitidos, lecturas prohibidas (siglos XVI-XVII). Cuadernos de Historia Moderna, Anejo 1, 2002, 85-101.