Con este dicho popular, quiero reflejar de una manera muy expresiva, el poder que tenía el Santo oficio sobre la población, y sobre todo en Literatura, Arte, Historia, etc., equiparando el poder del rey, siendo el del rey en aquella época, un poder absoluto de origen divino.

1. La Inquisición Española

 "En cuanto pronuncia (un familiar) las palabras -en nombre de la Santa Inquisición- como si fuera un rayo que anonadase a todo el mundo, queda un hombre abandonado por padre, parientes y amigos. No hay nadie que ose defenderlo ni trabajar en su favor, ni tan siquiera interceder por el, pues cuantos se atrevieren a intentarlo se harían, por ello, sospechosos y si usaban la menos violencia no necesitaran mas para ser quemados".
Álvarez de Colmenar

A modo de introducción, me gustaría hacer una breve mención acerca de la Inquisición, para conocer un poco su aparición y su actividad censora.
Por todos es sabido, que la Inquisición fue un tribunal erigido para investigar casos de presunta herejía y desarraigarla.
La Inquisición española fue instituida por el Papa Sixto IV a solicitud de los Reyes Católicos por la bula Exigit sincerae devotionis affectus, del 1 de noviembre de 1478.
A mediados del siglo XV se popularizó en toda España el odio a los judíos conversos que, a raíz de las primeras persecuciones masivas contra ellos en 1391, habían optado por bautizarse. Tal odio lo suscitaba el resentimiento de las masas cristianoviejas a causa del encumbramiento social y económico que pronto lograron en la sociedad cristiana. Para camuflar ese odio se les acusó colectivamente de seguir practicando un judaísmo clandestino. Siempre se pensó en fundar una Inquisición similar a la francesa (antecesora de la Inquisición española, erigida por decretos de los papas desde finales del siglo XII hasta su puesta en práctica hacia 1230 para eliminar la herejía albigense que infestaba el sur de Francia) para indagar quiénes de ellos eran realmente judaizantes.
Isabel y Fernando pronto intuyeron que el caos y malestar general pondrían en peligro su trono si no accedían a conceder lo máximo que podían al clamor anticonverso encauzándolo en normas de vigencia jurídica. Esta razón política les movió a urgir al Papa a que les facultara para nombrar inquisidores que, aprobados por el Pontífice, dirigirían una institución cuya esencial diferencia respecto a la medieval era que estaría siempre bajo su supervisión inmediata.
Pero era inevitable que la Inquisición ampliara su radio de acción no solo al control de toda herejía, sino de la doctrina y de todo escrito tangente a ella e incluso al de la práctica íntima de la espiritualidad individual, y que pronto vigilara y censurara las expresiones de escritores y científicos que aún de lejos ofendieran la ortodoxia establecida, cuyo fiel guardián se consideraba. La censura es constante tentación de todo poder, ansioso por defenderse de presuntos o reales enemigos.
Alumbradismo, luteranismo y corriente pro-erasmiana fueron el puente entre la etapa institucional del Santo Oficio, centrada en procesos contra judíos y moriscos, y la de su desarrollo, ampliado a procesos contra luteranos y cristianos viejos sospechos de una mínima desviación de la ortodoxia.
Sobre las personas, la Inquisición actuaba siempre por delación, que era estimulada por pregonero público en presencia de inquisidores cuando se proclamaban los llamados Edictos de fe. Conminaban en conciencia a delatarse y a delatar, lo cual favoreció el clima de terror y de suspicacia que con todo fundamento se asocia a la actividad inquisitorial.
Por tanto, el punto de inserción de la Inquisición en la vida intelectual del país estaba dirigida a controlar obras de humanistas, literatos y científicos que rozaron la herejía o al menos la heterodoxia desde su propia perspectiva.

Bibliografía
Alcalá, A. Literatura y Ciencia ante la Inquisición Española. Ediciones del Laberinto, 2001, Madrid.
Bennassar, B. Inquisición Española: poder político y control social. Crítica, 1981, Barcelona.
Casado Arboniés, M. Escrituras silenciadas en la época de Cervantes. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Alcalá, 2006.
Comella, B. La Inquisición española. Rialp, 2004.
Lea, H. Ch. Historia de la Inquisición Española. Fundación Universitaria Española, 1982.

2. Literatura: en el punto de mira

A continuación, trataré del control ejercido por el Santo Oficio sobre la literatura propiamente dicha, una de las más importantes parcelas del producto intelectual, de la cultura de todo país. La Inquisición llevó a cabo una represión ideológica y cultural, asociada a su faceta más llamativa: la condena, prohibición y persecución de libros y lecturas.
Pero, ¿cómo se llevó a cabo tal represión? El libro prohibido era un hereje mudo y su autor otro. Se ejercía un doble ejercicio de control uno sobre el libro y otro sobre el autor. Además de la autocensura del escritor o haciéndole cambiar el texto original, se produce una censura física del propio texto. Así aparecen diferentes métodos de censura y control como son: cubriendo el texto y recortando o tachando el texto censurado.
Ahora bien, el primer género literario que no goza de las simpatías censoras de los inquisidores es el teatro. Es natural, pues no hay en España novela propiamente dicha hasta las Ejemplares y El Quijote y el Guzmán de Mateo Alemán; ni en Europa, si se exceptúan ciertos cuentos que no llenan el concepto que actualmente de ella tenemos. 
Por tanto, el teatro renacentista va a ser, pues, la primera víctima literaria de la criba censora de la Inquisición, en ocasiones realmente cruel.
Respecto a la poesía y la novela, la Inquisición mostró mayor benignidad. A excepción de versos excepcionalmente rijosos o letrillas satíricas del tipo quevedesco o gongorino, los poemas no le ofrecen sino esquivo blanco al furor prohibitorio o a la tijera y el tachón.
En todo caso, normal debe parecer que la Inquisición no aspirara nunca a dictar estilos ni a imponer o suprimir modas literarias, por más que censores y calificadores tuvo el Santo Oficio que se propasaron en el cometido de su función, que debió siempre ceñirse al control de la literatura en el campo de la fe y de las costumbres, y más de una vez expresaron sus preferencias en un campo en el que, si bien quizá cultos o al menos enterados, ni les asistía una competencia reconocida.
 
Bibliografía
Alcalá, A. Literatura y Ciencia ante la Inquisición Española. Ediciones del Laberinto, 2001, Madrid.
Casado Arboniés, M. Escrituras silenciadas en la época de Cervantes. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Alcalá, 2006.
Chevalier, M. Lectura y lectores en la España de los siglos XVI y XVII. Turner, 1976, Madrid.

3. El Quijote, ¿censurado?



En el artículo anterior, hablaba del papel de la Inquisición sobre la Literatura. Aquí me voy a centrar en una obra, conocida por todos, que aunque pensemos que no estuvo en el punto de mira del Santo Oficio, sí se dio el caso que fue revisada y, en menor medida, censurada. Me estoy refiriendo a la excelentísima novela, escrita por Miguel de Cervantes, El Quijote.
El texto, objeto de la corrección, se encuentra en el capítulo 36 de la Segunda Parte (1615) y es de los escasos que la Inquisición prohibió explícitamente:
"Preguntó la duquesa a Sancho otro día si había comenzado la tarea de la penitencia que había de hacer por el desencanto de Dulcinea. Dijo que sí, y que aquella noche se había dado cinco azotes. Preguntole la duquesa que con qué se los había dado. Respondió que con la mano.
  —Eso —replicó la duquesa— más es darse de palmadas que de azotes. Yo tengo para mí que el sabio Merlín no estará contento con tanta blandura: menester será que el buen Sancho haga alguna diciplina de abrojos, o de las de canelones, que se dejen sentir, porque la letra con sangre entra, y no se ha de dar tan barata la libertad de una tan gran señora como lo es Dulcinea, por tan poco precio; y advierta Sancho que las obras de caridad que se hacen tibia y flojamente no tienen mérito ni valen nada".
  (Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, Barcelona: Galaxia Gutenberg – Círculo de Lectores, 2004, I, 1015-1016)
El problema se localiza en la última frase: "y advierta Sancho que las obras de caridad que se hacen tibia y flojamente no tienen mérito ni valen nada". En 1616, la edición valenciana de Patricio Mey la suprimió de repente, sin que aparezca una prohibición expresa de la Inquisición hasta 1632. Llegados a este año sí que el Índice expurgatorio del Cardenal Zapata, en su página 905, manda que se borre todas las impresiones, pero sin aclarar por qué.
Ningún Nihil Obstat (aprobación oficial desde el punto de vista moral y doctrinal de una obra que aspira a ser publicada realizada por un censor de la Iglesia Católica) aparece encabezando la Primera Parte de El Quijote (1605) como testimonio de la licencia y censura de la autoridad eclesiástica, en la que se tranquilizara a los lectores acerca de que los contenidos de la obra no atentaban ni a la fe ni a las buenas costumbres.
En la Segunda Parte  (1615), la aprobación eclesiástica se incluye explícitamente, firmada por el Doctor Gutierre de Cetina, Vicario General de Madrid. En ella se indica que, por mandato de los señores del Consejo, ha hecho examinar el libro, concluyendo que "no contiene cosa contra la fe ni buenas costumbres, antes es libro de mucho entretenimiento lícito, mezclado de mucha filosofía moral".
En conclusión, la frase cervantina es ambigua, y ello bastaba para que tropezara con escrúpulos propios del Santo Oficio. Fue el único expurgo español a Cervantes, solo a El Quijote.

Bibliografía
Alcalá, A. Literatura y Ciencia ante la Inquisición Española. Ediciones del Laberinto, 2001, Madrid.
Baquero, F. Don Quijote: Nihil Obstat.
Carreño Velázquez, E. El control del libro impreso durante el XVI.
Casado Arboniés, M. Escrituras silenciadas en la época de Cervantes. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Alcalá, 2006.

4. Control inquisitorial de Historia y Filosofía

El uso político de la censura inquisitorial de obras de historia y filosofía, no podía menos de estar en lógica consonancia con la motivación política que de un modo primario dio origen a la institución. Como ya quedó explicado, la convicción de Isabel y Fernando de que tenían que ceder lo más que pudieran el clamor popular anticonverso si querían imponer orden, mantener y acrecentar respeto a sus personas y salvar su trono, fue la motivación de su interés por actualizar, pero dirigiéndose en árbitros de su puesta en práctica, las viejas normas medievales de represión civil de la herejía, que era entonces la suprema forma de disensión política, valiéndose de tribunales eclesiásticos de teólogos y canonistas. La Inquisición segregó así, a lo largo de los siglos, serias disposiciones de autodefensa, no solo de la de su propia subsistencia, sino de su prestigio y de la ideología característica que sustentaba las bases de su actuación.
El control inquisitorial de las obras de historia y filosofía fue lógico corolario de esta actitud: había que cercenar la difusión de la interpretación de hechos históricos, del pensamiento filosófico sobre ellos y del conocimiento de los hechos mismos si aquélla y estos no encajaban en la particular cosmovisión que la Inquisición mantenía como ejecutora de los intereses de la monarquía que la había creado y como presuntamente la más fiel intérprete de la más cerrada ortodoxia.
Por lo que respecta a la historia, la utilización política de prohibiciones inquisitoriales de narración de sucesos históricos, por muy subjetiva, sesgada y falsa que fuera, pero adversa a los intereses y al prestigio de la monarquía, queda claramente evidenciada en la de los famosos Pedazos de historia o Relaciones de Antonio Pérez (1540-1611). Su proceso en 1591 y 1592 por el tribunal de Zaragoza por orden de la Suprema, tras escapar de las cárceles de Madrid, ya había sido el más ilegal, injusto y político de toda la historia de la Inquisición, la cual le condena por blasfemo, rebelde, impedidor del Santo Oficio, sodomita, judío y huído a país hereje.
En cuanto a la filosofía, el control inquisitorial del pensamiento filosófico comienza con el primer Índice, el de Valdés, prohibiendo tres libros de Dialéctica antiaristotélicos. Al no disponer del correspondiente expediente que acaso justificaría la prohibición, hay que suponer que el motivo fue simplemente el mero hecho de serlo.

Bibliografía
Alcalá, A. Literatura y Ciencia ante la Inquisición Española. Ediciones del Laberinto, 2001, Madrid.
Peña Díaz, M. Libros permitidos, lecturas prohibidas (siglos XVI-XVII). Cuadernos de Historia Moderna, Anejo 1, 2002, 85-101.

5. El caso de Antonio Pérez

Antonio Pérez, secretario del rey Felipe II, encargado de la Secretaría de Estado fue arrestado en Madrid en junio de 1579 bajo la acusación de haber inducido el asesinato de Juan de Escobedo, secretario de D. Juan de Austria, al que a su vez se le atribuyeron actividades ilícitas encaminadas al destronamiento de Felipe II.
En realidad, el asesinato de Escobedo había sido planeado conjuntamente por Antonio Pérez y por el propio Rey.
Antonio Pérez tenía libertad para moverse por Madrid, siendo vigilado por la Corona, pues el rey necesitaba sus documentos (los cuales podían implicarle a él también en el asesinato de Escobedo). Más tarde, los Escobedo y sus aliados tras presionar en la Corte, consiguieron que Antonio Pérez fuera detenido por segunda vez en 1585 bajo los cargos de tráfico de secretos y corrupción (sin mencionar el asesinato), fue encontrado culpable y condenado con dos años de prisión y una enorme multa. En 1590 reconoció bajo tortura su implicación en el asesinato de Escobedo.
En abril de 1590, ayudado por su esposa, Juana Coello, Antonio Pérez escapó de su prisión en Madrid y huyó a Zaragoza, dónde consiguió la protección de los fueros. En el Reino de Aragón encontró el apoyo del duque de Villahermosa, el conde Aranda y principalmente de Diego de Heredia (de la baja nobleza). Mientras tanto y en su ausencia, en Madrid fue condenado a muerte (sin saberlo). Felipe II hizo un alegato ante el Justicia de Aragón contra Antonio Pérez por los cargos de asesinato de Escobedo, tráfico de secretos de Estado y huida de prisión. Felipe II, desesperado por la lentitud de la justicia aragonesa y porque no esperaba una condena favorable, retiró los cargos y usó un tribunal contra el que los fueros aragoneses y la Justicia aragonesa no podían oponerse: la Inquisición. Pérez no era un hereje, pero no fue difícil construir un caso contra él. En mayo de 1591, Antonio Pérez fue trasladado de la prisión del Justicia a la de la Inquisición, por lo que sus defensores organizaron una revuelta en Zaragoza, conocida como revuelta de Antonio Pérez o Turbaciones de Aragón. Se le devolvió a la prisión de la Justicia aragonesa y desde allí llevó una campaña contra la Corona. En septiembre se le trasladó de nuevo a la prisión de la Inquisición.
Heredia y sus seguidores lo volvieron a sacar y en esta ocasión le dejaron libre, con lo que la situación derivó en una crisis en Aragón por la defensa de los fueros.
En octubre de 1591 Felipe II envió un ejército a Zaragoza ; al colocarse Juan de Lanuza V Justicia de Aragón al frente de las protestas, fue detenido y ejecutado sin previo aviso. Es lo que se llamó Alteraciones de Aragón que puso fin a la sublevación y Antonio Pérez huyó a Bearn, donde recibió el apoyo de Enrique de Navarra para intentar una invasión francesa, que fracasó. Más tarde Pérez se trasladó a Inglaterra, donde ofreció información, que sirvió para el ataque inglés a Cádiz en 1596, y estimuló la leyenda negra contra Felipe II. Tras intentar conseguir el perdón de la Corona sin éxito, Antonio Pérez falleció en París en la más absoluta pobreza en 1611.

Bibliografía
Gala, A. El pedestal de las estatuas. Editorial Planeta, Barcelona, 2007.
Marañón, G. Antonio Pérez. 7ª ed., Madrid, 1947, 2 tomos.
Marañón, G. Los procesos de Castilla contra Antonio Pérez. Madrid, 1947. 

6. Arte vigilado

Como hemos podido ver en los artículos anteriores, el control sobre los géneros literarios era máximo. Pero otro campo donde la inquisición puso sus ojos fue en el arte. Aunque hay que tener en cuenta que sobre esta censura en el arte no hay numerosas investigaciones, por lo que es un campo aun por descubrir más profundamente.
Pero a pesar de esto, sabemos la posición que tuvo la inquisición sobre este tema, como se recoge en la publicación del Índice de los Libros Prohibidos del Inquisidor General Quiroga. Este Índice, que incorpora unas reglas generales, concebidas con la finalidad de proporcionar a los cristianos la orientación que les permitiera conocer que clase de obras debían denunciar a los inquisidores para que estos las prohibieran, encontramos la primera alusión a la competencia que el Santo Oficio reivindica sobre la censura de las representaciones plásticas. Concretamente en la regla 12:

«Assi mesmo se prohiben todas y qualesquier imagenes, retractos,figuras, monedas, empresas, invenciones, mascaras, representaciones y medallas, en qualquier materia que esten estampadas, pintadas, debuxadas, labradas, texidas, figuradas o hechas, que sean en irrision de los sanctos yen desacato e irreverencia suya y de sus imágenes y reliquia o milagros, habito, profession o vida. Y assi mesmo, las que fueren en desacato de la sancta Sede Apostolica, de los Romanos Pontífices, cardenales y obispos y de su estado, orden, dignidad y autoridad, claves y poderio espiritual.»

Como podemos ver gracias a este texto, el miedo de la inquisición a que mediante esculturas, cuadros y dibujos, se difundieran en España las ideas de la Reforma relacionadas con la crítica de reliquias, al culto de las imágenes, o de la autoridad del Papa y de la jerarquía eclesiástica.
Tenemos otro Índice de Libros, el de Sotomayor, donde en la Regla 11 vuelve a mencionar lo anterior pero además agrega un párrafo que significa un paso adelante en la censura, porque a partir de ahora las prohibiciones no se van a limitar ya solo al ámbito del dogma y de la doctrina sino que se extienden al de la moralidad pública y al de las buenas costumbres. Este párrafo añadido decía así:
«Y para obiar en parte el grave escandalo y dailo no menor que ocasionan las pinturas lascivas, mandamos, que ninguna persona sea osada a meter en estos Reynos imagenes de pintura, laminas, estatuas, o otras de escultura lascivas, ni usar dellas en lugares publicos de plaQas, calles, o aposentos comunes de las casas. Y assimismo se prohibe a los pintores que no las pinten y a los demas artifices que no las tallen ni hagan, pena de excomunion mayor latae sententiae trina canonica monitione praemissa, y de quinientos ducados por tercias
partes, gastos del Santo Oficio, juezes y denunciador, y un año de destierro a los pintores, y personas particulares que las entraren en estos Reynos, o contravinieren en algo de lo referido.»

Estas reglas nos dejan ver claramente que la inquisición no estaba cómoda con el arte, por lo que intentó ejercer un control sobre ella. Pero a pesar de eso los artistas consiguieron, en algunas ocasiones, burlarla gracias a su gran ingenio; en contra, en otros casos, los artistas estuvieron sometidos a esta censura.

Bibliografía
Enrique G, Inquisición y Censura. El acoso a la Inteligencia en España.
Enrique G, Arte escandaloso (A propósito de la censura estética de la Inquisición), en
Poder, derecho y legislación. Encuentros históricos España-Suecia. Madrid 2001.
Muñoz Calvo, S. Inquisición y Ciencia en la España moderna, págs. 213-214

7. Clasificación del Arte censurado

Durante el periodo que he elegido para explicar la censura en el arte, es en el conocido como época moderna donde se comprenden dos tipos de arte: por un lado, el Renacimiento (1492-1600) y, por otro, el Barroco (1600-1750). Siguiendo con las investigaciones realizadas por Enrique Gato utilizaremos su clasificación del arte censurado en España, según él hay cuatro grupos diferentes.
En primer lugar, fueron objeto de censura las ilustraciones de imágenes, cruces y símbolos religiosos que, aunque representados con propiedad y respeto, y a pesar de haber sido fabricados con buena fe y a veces hasta con una evidente inocencia, sin ningún atisbo de malicia, sin embargo, por las circunstancias más variadas (naturaleza del material en que estuvieran fabricadas o grabadas, falta de habilidad del artista, etc.) pudieran mover a irreverencia, o dar lugar a falta de respeto.
En segundo lugar, fueron también censuradas las representaciones de imágenes sagradas, cruces, y otros símbolos religiosos en cuya fabricación o difusión se presumiera mala fe por estar estampados o esculpidos sobre utensilios profanos de empleo habitual en situaciones más o menos frívolas, o en objetos relacionados con partes del cuerpo humano consideradas poco decentes.
De la tercera categoría de objetos censurados, forman parte los enseres, pinturas, cuadros, láminas, estampas, tapices, grabados, tejidos, etc. que representaran escenas indecentes o claramente pornográficas, mezcladas con figuras y símbolos sagrados, o de personas dedicadas al servicio de Dios.
Por último, fueron también censurados por el Santo Oficio las esculturas, cuadros, dibujos, estampas, grabados y cualesquiera otras imágenes representativas de escenas consideradas procaces, o que reprodujeran desnudos del cuerpo humano u otras figuras que, a los ojos de los censores, parecieran provocativas, inmorales, deshonestas, impúdicas u obscenas.
Como podemos ver, la preocupación eclesiástica no dejaba a salvo ningún tipo de pieza, tanto si había sido realizada con mala intención, como si el artista no había confeccionado bien la obra. Además, no solo eran las obras de arte propiamente dichas sino ya los propios complementos que estas pudieran llevar como los mantos, las coronas, como también los colores porque había algunos que eran considerados colores satánicos; por tanto la inquisición no los permitía en ninguna obra de arte.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que aunque el tema que nos concierne son las obras de arte tales como cuadros y esculturas, se debe considerar que la arquitectura también sufrió esta persecución, no permitiéndose ninguna construcción con elementos no adecuados para la iglesia. 

Bibliografía
Enrique G, Inquisición y Censura. El acoso a la Inteligencia en España.
J. Antonio Escudero, Intolerancia e Inquisición. Madrid, 2005.

8. Un ejemplo claro: El Greco

El cretense Doménikos Theotokópoulos, conocido con el sobrenombre de El Greco, fue un pintor que desarrolló un estilo único en su obras de madurez. El Greco nació en Creta pero fue invitado por el propio Felipe II para decorar la reciente construcción del palacio de El Escorial.
En 1576 el famoso pintor llegó a Madrid, para un año más tarde irse a Toledo. Es en esta ciudad, capital del imperio, donde desarrolló sus obras más maduras. Fue popular por su obra de temática religiosa desplegada en Toledo, en la que predominaban alargadas figuras manieristas. Estas formas alargadas tan características de este pintor es lo que hizo que fuera interrogado por la Inquisición en 1541, debido a que en sus pinturas las alas de los ángeles no eran congruentes con las normas del decoro, esto es, no correspondían con las medidas que presuntamente describía la Biblia. Se le inculpaba de transgredir la conveniencia armónica que clásicos como Horacio en su Ars poética o Vitrubio en su obra arquitectónica habían elevado a principio o axioma artístico.

Controversia con El Expolio
 El fervor místico emanado de las pinceladas del Greco volvió a provocar una áspera controversia en 1579 entorno a su obra El Expolio, encargada por el cabildo de la catedral de Toledo, institución que se mostró indignada con ciertos detalles de la pintura. En su visión subjetiva de la Pasión de Jesucristo, El Greco cambió el manto púrpura lucido por este, por otro bermejo, y algunos de los atormentadores pintados de grises oscuros con caras crueles que rodeaban a Cristo sobresalían a su figura. La disputa entre el pintor y los comités eclesiásticos se solventó en el encargo de un nuevo cálculo del precio de la polémica pintura, concluyendo finalmente que su valor era incalculable. Dicha querella confirió a El Greco una valiosa reputación que haría duplicar sus encargos.

Es significativo el interrogatorio al que se ve sometido El Greco, pues resulta evidente que sus obras se alejan hondamente de los preceptos estipulados por el dogma eclesiástico y la imperiosa correspondencia, en este caso, con la realidad formulada en la Biblia. Pero a pesar de estas sospechas y de estas sesiones de interrogatorios que fue sometido El Greco estuvo muy vinculado a la iglesia, puesto que recibió numerosos encargos de su parte como es el caso de la Trinidad.

Bibliografía
Enrique G, Inquisición y Censura. El acoso a la Inteligencia en España. Madrid, 2006.
J. Antonio Escudero, Intolerancia e Inquisición. Madrid, 2005.

9. La Inquisición contra las mujeres

Las mujeres cristianas nuevas están entre las principales victimas del Santo Oficio. Una de las razones de la desconfianza de los inquisidores contra las mujeres residía en el hecho de que ellas eran consideradas uno de los principales focos transmisores de herejía, ya que en el criptojudaísmo eran las mujeres quienes detentaban el conocimiento de las prácticas religiosas.
Al trasferirse esta idea al Nuevo Mundo, la Inquisición continúo la búsqueda de cristianas nuevas. Fue en el noroeste del Brasil, con la Visitación de 1591-1595, donde el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición de Portugal inició su intervención efectiva en ese país. Doscientas viente personas fueron apresadas y procesadas, treinta y seis de ellas mujeres. De estas, diecisiete eran cristianas nuevas.
Desde el inicio de la acción inquisitorial, las cristianas nuevas fueron las más controladas y perseguidas: en total representaron cerca de la mitad de las presas. Las acusadas de Judaísmo fueron las únicas enviadas a juicios en Lisboa y las que sufrieron las condenas más severas. Las cristianas viejas, mamelucas y negras, fueron juzgadas en la colonia y sentenciadas a penas leves por el Visitador Heitor Furtado de Mendoza.
En el siglo XVII solamente cristianas nuevas fueron arrestadas. Todas ellas acusadas de Judaísmo y procesadas en Lisboa.
Al inicio del siglo XVIII, cerca del 27% de la población era cristiana nueva. La suerte estaba echada: las mujeres que fueron apresadas en la ciudad sabían que eran cristianas nuevas; cuando comenzaron los arrestos, su destino ya estaba marcado, también serían capturadas. Durante este siglo el interés de los inquisidores por las cristianas nuevas se intensificó: de las doscientas veinticinco mujeres presas, doscientas cinco eran cristianas nuevas (91% del total).
Estos datos están tomados de las colonias de Brasil, donde podemos ver que las mujeres que levantaban grandes sospechas eran las cristianas nuevas. Por otro lado, en la península la mayoría de las mujeres eran acusadas de brujería y de hechiceras y, por tanto, su destino era la hoguera; aunque también eran perseguidas aquellas que tenían actitudes poco religiosas o podían ser sospechosas de tener un amante.

Bibliografía
J. Antonio Escudero, Intolerancia e Inquisición. Madrid, 2005.
Muñoz Calvo, S. Inquisición y Ciencia en la España moderna, págs. 213-214.

10. Leyenda Negra de la Inquisición española

Durante todas las entradas realizadas hasta ahora, he pretendido dar una visión diferente de la inquisición no solo como una institución que perseguía a los ciudadanos, sino que sus pretensiones iban más allá, y como hemos visto sus ojos también se centraron en la literatura y en el arte.
Con este nuevo punto, lo que pretendo es que se tenga una visión más amplia del concepto de inquisición y que se tenga una idea propia sin hacer caso a viejas fábulas y leyendas. El concepto de Leyenda negra para denominar a la Inquisición española viene utilizado por autores que consideran la existencia de una imagen fantaseada o exagerada de la Inquisición española como epítome del terror y la barbarie humana. Como tal, forma parte de la leyenda negra española y es una de sus fracciones más recurrentes. Algunos autores la definen como “un cuerpo de leyendas y mitos que, entre los siglos XVI y XX, establece el carácter percibido de los tribunales inquisitoriales y que han influido sobre todo intento posterior de recuperar la realidad histórica”. En los primeros tiempos de la Inquisición, se sabe que hubo críticas al Tribunal, como se puede leer en los archivos de la misma Inquisición; pero estas críticas no se consideran como pertenecientes a la Leyenda Negra. Por ejemplo, Alonso de Virués, humanista y obispo, criticaba en 1542 la intolerancia y a aquellos que usan las cadenas y el hacha para cambiar la disposición del alma; Luis de Granada criticaba en 1542 a los que por celo equívoco cometen pecados contra moros, judíos o gentiles; Juan de Mariana, a pesar de apoyar a la Inquisición, criticaba la conversión forzada y la creencia en la limpieza de sangre. Se considera que a partir del siglo XVIII, y gracias a los contactos extranjeros, comenzó a aparecer la leyenda negra de la Inquisición. La libertad religiosa y de pensamiento de Francia era mirada con interés, y las víctimas iniciales, conversas y moriscas, habían desaparecido. Empezaron a aparecer intelectuales ilustrados, como Pablo Olavide y más tarde Campomanes y Jovellanos, que echaba en cara a la Inquisición el injusto trato dado a los conversos. A comienzos del siglo XIX, aparece en España y Francia una escuela de historiadores liberales, los primeros en hablar de la decadencia española, que consideraba responsable a la Inquisición de esta decadencia económica y cultural, y de todos los males que aquejaban al país. Otros historiadores europeos retomarían el tema más tarde, y esta posición puede seguir observándose en la actualidad. Esta escuela de pensamiento afirmaba que la expulsión de los judíos y la persecución de los conversos habrían llevado al empobrecimiento y la decadencia de España, además de la destrucción de la clase media. Este tipo de autores son los que harían exclamar a Menéndez Pelayo:
¿Por qué no había industria en España? Por la Inquisición. ¿Por qué somos holgazanes los españoles? Por la Inquisición. ¿Por qué duermen los españoles la siesta? Por la Inquisición. ¿Por qué hay corridas de toros en España? Por la Inquisición.
Lo pretendido con esta entrada, es dar un punto de reflexión al pensamiento histórico sobre el tema de la inquisición, ya que durante mucho tiempo se ha querido dar una visión, quizá un tanto fantástico, quizás porque sea esto lo que llame más la atención a los ciudadanos interesados por este tema. Por tanto, lo que busco con esto es que el historiador de una visión lo más cercana a la realidad sin intentar ver cosas donde no las hay, y no buscar los hechos históricos por su relevancia social sino por su importancia en establecer una historia limpia y real.

Bibliografía
Kamen, H. La Inquisición española: una revisión histórica. Editorial Crítica, 2005.